Dondequiera que me adentrase, cualquier entrada con la que tropezase, siempre hallaba un jardín intermareal, secreto, salvaje y sereno. Me situé en la parte superior de una roca alta y me senté a mirar. Durante la siguiente media hora, vi la luz dorada desplazarse sobre los picos y volverlos de un púrpura grisáceo. Uno a uno, mis pensamientos y preocupaciones desaparecieron con la luz, al otro lado del horizonte, y este lugar, este jardín, se convirtió en un momento decisivo de mi verano. Fotógrafo: Tim Rains