Nunca entendí por qué esta flor silvestre se llama estrella fugaz, hasta que me topé con un prado con una lluvia de meteoritos de color rosa y amarillo, que resplandecían en el viento vespertino. Me sentí reconfortado por este recordatorio del cielo nocturno, ya que me había perdido el cénit de un verano repleto de luz en Alaska. Fotógrafo: Tim Rains