Que yo sepa, nunca se ha dado el caso de que un león marino de Steller ataque a un kayakista, pero este hecho no me infundió confianza alguna cuando este grupo de aproximadamente 200 animales, cargó contra nuestros kayaks. Ya los habíamos visto antes, a una milla de distancia, retozando y salpicando, mientras remábamos por el brazo este de la bahía. En cuestión de minutos, habían formado un muro de piel, carne y dientes, a menos de un kayak de distancia de nuestras pequeñas canoas de plástico. Rugían con una intensidad que no me transmitió nada bueno. Aunque suelo evitar las personificaciones, era difícil no pensar que estaban de todo menos contentos con nuestra presencia. Estaban tan cerca, que un hedor pútrido de pescado parcialmente digerido llegaba hasta nosotros, añadiendo más leña al fuego. Dejaron en claro su posición durante unos pocos e intensos minutos, y se marcharon tan rápido como habían llegado.

As far as I know, there has never been a case of a Steller sea lion attacking a kayaker, but that fact did not instill any confidence in me when this group of approximately 200 animals charged our kayaks. We had seen this group earlier about a mile off in the distance, splashing and cavorting, as we paddled in the East Arm of the bay. Within a matter of minutes, they had formed a wall of fur, flesh and teeth less than one kayak length from our tiny, plastic bows. They roared with an intensity that conveyed to me nothing positive. While I avoid anthropomorphization, it was hard not to infer that they were anything but pleased with our presence. They were so close that a putrid stench of partially digested fish was thrust at us, adding additional insult. They made their point for a few gripping minutes, and then departed as quickly as they had arrived. Photographer: Sean Neilson