Me parece que los seres humanos, al igual que los cuervos, sienten una atracción casi incontrolable por las “cosas brillantes y resplandecientes”. Compramos paquetes relucientes y cubrimos todo, desde nuestros edificios a nuestros cuerpos, con materiales brillantes y reflectantes. Pues déjenme decirles, una cueva de hielo es irresistible. Está de pie afuera y piensa: “¡¿Qué estoy haciendo?! ¡Se está derritiendo, el agua gotea desde el techo! ¡Es un glaciar, el hielo se está moviendo! ¡Sólo un loco entraría ahí!” Pero entra, tiene que hacerlo. Es lo más brillante y resplandeciente que existe, y usted está dentro… Fotógrafo: Bill Eichenlaub