Al caminar por la cresta arenosa, nuestros ojos se inundaron con la brillantez del hielo en toda forma habida y por haber. McBride Glacier (el glaciar McBride) baja serpenteando desde las montañas y, en el proceso, da lugar a miles de pedazos de hielo enormes que se mueven y giran en la marea. Se escuchó un tronar que anunciaba otra inminente llegada, y los espacios entre los témpanos se movieron, formando un fascinante caleidoscopio de intensos azules y negros. Estábamos en un universo distinto. Fotógrafo: Tim Rains